Eramos nueve monkayistas, nueve dispuestos a explorar hasta el corazón de las tinieblas, si fuera necesario, en un tramo del Ebro nuevo para casi todos: desde Alagón a Sobradiel. Un entrenamiento de 20 kms que comenzó entre escalofrío, rodeados por la neblina matutina y el fango helado en nuestros pies al embarcar bajo el puente de Alagón
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Si la “codera" era una lección del poder erosivo del Ebro, 9 Kms más allá hicimos parada delante del castillo del Castellar allá en lo alto, el skyline más hermoso de todo el recorrido. Y evocador de viejas historias pues por ese castillo, hace casi 1000 años, las huestes del norteño rey de Aragón (por entonces solo del alto Aragón) se asomaron por primera vez al Ebro en su sed de conquista.
Pasamos junto a la desembocadura del Jalón y desde allí, entre sol que ya apretaba y la sensación de que ya “quedaba poco” (6 Kms) el paleo se hizo incluso más animado y el grupo se estiró en busca del final en el transbordador de Sobradiel, al que llegamos algo sofocados ya por el sol. Algunos valientes lo remediaron con un chapuzón.
¡Qué hermoso, amigas/os! Ciertamente 20 kms la hacen una jornada especial de entrenamiento, 2 horas en nuestro caso, pero sobre todo distinta. Hacerlos acompañando al río sobre esa geografía espléndida, uniendo deporte, paisajes, naturaleza, te hace sentir los orígenes de nuestro deporte como medio de exploración y transporte. Y hasta olvidar el cansancio que vas acumulando.
Otro día Monkayak. Espero que haya otras experiencias similares.
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