domingo, 30 de octubre de 2016

IV REGATA SAN SATURIO 2016. SORIA

Cincuenta y cinco piragüistas de Monkayak Hiberus nos habíamos dado cita el sábado 8 de octubre a las siete de la mañana en las instalaciones del club, cifra que se incrementaba con los acompañantes y familiares de muchos de nosotros.

El día era fresquito pero se esperaban temperaturas agradables, tanto en Zaragoza como en Soria. Los remolques nos esperaban en el hangar de Vadorrey cargados con las piraguas, encaradas unas con otras para viajar mejor, las palas y el resto del material. Los coches iban a viajar completos hacia Soria ese sábado, último fin de semana de competiciones.

La competición de Soria (4ª Regata de San Saturio 2016) suponía un fin y un principio en la temporada. Para algunos, la primera competición. Para otros, el final de la temporada; temporada brillante para muchos de los miembros del club. Entrenamientos diarios en el Ebro, aparatos, calentamientos y técnica. Palistas expertos y veteranos, otros también expertos aunque mucho más jóvenes y muchos recién iniciados pero ya con la emoción de la piragua en las tripas y en el corazón.

Algunos acabamos de descubrir lo que supone deslizarse por la superficie de ríos y pantanos y  observar desde esta perspectiva la vida que bulle tanto en el interior del agua como en las orillas; poco a poco vamos aprendiendo a reconocer el olor del cierzo y de la humedad, a saber un poco más acerca de la densidad del agua y del efecto que causa en la palada. Vamos aprendiendo el vocabulario, las formas y las fases del entrenamiento y observando y atendiendo a los que llevan en esto mucho tiempo y tienen a sus espaldas muchas horas y muchas competiciones.

Técnica. Entrenamiento. Naturaleza y paisaje. Naturaleza y ciudad. Puentes vistos del revés. Siluros gigantes y carpas doradas. Círculos concéntricos como alfombrillas húmedas que preceden el viaje de los kayaks y de las canoas por el río. Estelas que son la consecuencia de sus movimientos. Isletas de cantos rodados. Tamarices, carrizos, chopos negros y sauces; gallinetas, ánades, gaviotas, martín pescador, lavanderas y muchas otras aves: el descubrimiento de todo lo que habita en el inmenso bosque de ribera.

Somos muchos. Una especie de familia extensa que sigue creciendo día a día. Más después de los Juegos Olímpicos de Río y de los triunfos de los palistas españoles, a lo que se une la tradición que tiene este deporte en Zaragoza.

Partimos para Soria cada uno por donde más le gustó. Repusimos fuerzas en Tarazona, encrucijada de caminos entre Aragón, Castilla, Navarra y La Rioja. El Moncayo y la Ibérica nos contemplaban y nos daban la bienvenida. El día era resplandeciente. Llegamos a Soria con un sol espléndido y rodeados por los colores del otoño.

El Duero nos recibió brillante y festivo. Sus aguas oscuras y frías rodeadas de álamos con hojas de miles de colores y tonalidades. Principio de otoño, Soria y el Duero. Cómo no recordar a Machado:

"He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria –barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-."

Trescientos piragüistas con sus embarcaciones en las recién renovadas instalaciones del club Celtykayak en la ribera del Duero: Gritos, saludos, camisetas de colores, pañuelos festivos, sonrisas y emoción por el reencuentro. Muchas regatas este año y muchos amigos que se volvían a encontrar.


Las instalaciones del club de Soria Celtykayak están recién terminadas. Una pradera con columpios, mesas de picnic y mucha animación recibía a los participantes en la 4ª Regata San Saturio 2016.
Descargamos con rapidez ya que el tiempo se nos echaba encima. Descargar, identificar el material y llevarlo al río. Últimas instrucciones del recorrido y rápidamente al agua. A las frías y oscuras aguas del Duero.
La regata partía de San Saturio y había que remontar el río unos 300 m para colocarse en la línea de salida. De San Saturio a la isla de Santa Cristina, dos veces, y luego entrar en meta. San Saturio, ermita barroca del XVIII e imponente desde su roca, observaba nuestros movimientos desde las alturas. Sobria. Oscura. Silenciosa.
El agua estaba helada y limpia. El fondo se veía muy cerca. Las palas, al contacto con el agua, notaban su densidad y les costaba deslizarse. Desde el embarcadero hasta San Saturio subida de prueba. Una vez allí, esperamos la orden de salida.   Cada uno a su tiempo. Cada uno con su categoría. Cada uno con su entreno y con su esfuerzo. Cada uno con sus problemas y con sus soluciones.
El agua mansa se cargó de olas y de movimiento cuando empezó la carrera. Recuerdo el esfuerzo para mantener el equilibrio y no caer. El esfuerzo por mantener la piragua estable cuando los que bajaban se encontraban con los que subían. El ímpetu de meter la pala con más fuerza para ganar un poco de espacio. Los gritos de ánimo de nuestros compañeros del club desde la orilla. El ansia de no caer, de no volcar en aquellas orillas complicadas por la densa vegetación. Recuerdo las ganas de coger a una veterana con camiseta color rosa fucsia que llevé delante toda la carrera. No conseguí adelantarla, pero sí rascar un poquito de distancia. Y logré llegar. Y no volcar. Emocionada.
Fue mi primera carrera.  No podía haber sido en mejor lugar que en el Duero de Machado, a principio de otoño, con San Saturio mirándome desde lo alto. Terminé. Hice amigos. Marcaron el recorrido un brillante sol, el agua helada y negra y las hojas amarillas. Y la sonrisa de mis compañeros.
Genial. Gracias a todos. Espero repetir el año que viene. Con todos vosotros.



Autora: Elena Parra





No hay comentarios:

Publicar un comentario